REGAÑAR, PREGUNTAR Y DAR CONSEJO TAMBIÉN ES DIALOGAR
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Ruth Milena Páez Martínez |
Contrario a lo que establece la definición de la
RAE según la cual diálogo es “la plática entre dos o más personas, que
alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”, para las familias rurales
colombianas regañar, preguntar y dar consejo también es dialogar. Esa es una de
las conclusiones de una investigación realizada por los docentes Ruth Milena
Páez, Mónica del Valle, Yolima Gutiérrez, Mario Ramírez-Orozco de la Facultad
de Ciencias de la Educación de la Universidad de La Salle, quienes durante 12
meses se dedicaron a recorrer municipios como Neiva,
Yopal, Quinamayó, Villapaz, Barranquilla, Ubaté y dos localidades con zona
rural en Bogotá, Ciudad Bolívar y Sumapaz, para indagar sobre la definición de diálogo que tiene la familia rural y
cómo ese concepto personal se relaciona con la construcción de la paz.
“Somos un grupo de cuatro investigadores inquietos
en conocer cuáles y cómo son las formas de diálogo de las familias rurales en
el país. Desde las ciudades podemos pensar que es un tema obvio porque ocurre
“todos los días” y suponemos que todos entendemos que dialogar es reunirse para
hablar de algo. Pero en una realidad tan compleja como la de los campos en
Colombia, nada es obvio, nada se puede suponer, y lo mejor es acercarnos
directamente a ellos pues la gente ha vivido situaciones tan complejas que desarrolla
nuevas formas y da nuevos sentidos”, explica Ruth Milena Páez, docente de la
Universidad de La Salle y vocera del equipo de investigadores.
Los docentes se esforzaron por encontrar las
respuestas de los campesinos a preguntas como estas:
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¿Cuál es la definición de familia, de diálogo y de
paz que tiene la familia rural?
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¿Sobre qué temas dialoga la familia rural?
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¿Cuáles son las formas de diálogo de la familia
rural y qué aportan en la construcción de una pedagogía para la paz?
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¿Cuáles son las nuevas formas de diálogo
intrafamiliar que tiene la familia rural y cuáles podrían contribuir a la idea
de la paz?
“Cuando comenzamos la investigación revisamos el
estado del arte, como le decimos a los estudios ya existentes, y nos dimos
cuenta que la familia rural ha sido un campo poco abordado en nuestro país.
Encontramos resultados de investigaciones nacionales realizadas en los años
sesenta que advierten, tres conclusiones respecto a la familia en general:
diversidad en los miembros que componen la misma, el impacto del contexto en la
forma de ser de cada una, y la presencia de violencia intrafamiliar en especial
contra la mujer. Temas muy necesarios pero nada hablaba de cómo es el diálogo
en las familias rurales”, agrega Páez.
Principales resultados
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Regañar, preguntar y dar consejo también es dialogar. Las familias entrevistadas incorporan en sus diálogos otras formas de
enunciación particulares como el regaño, el consejo y la pregunta, lo cual hace
que existan diferentes definiciones de lo que es entablar un diálogo. Cuando
las cosas son en serio o hay situaciones importantes en la familia, entonces se
dialoga. Lo demás, es conversar (chismosear, hablar de las novelas de la tv…),
o sea, asuntos de menos peso.
-
Cuidadito con lo que dice en la calle. En el
contexto colombiano, luego de 50 años de conflicto interno es evidente que al
interior de las familias, el tema de la paz ha generado la creación de
mecanismos de protección, de cuidado del otro y de lealtad, así como de
creación de discursos diferentes para dentro y para fuera de la casa.
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“Dialogar es muy bueno, pero no lo hacemos”. Las familias poseen saberes muy particulares sobre el diálogo, su
importancia y sus formas de realización; no obstante, reconocen que no lo
practican con frecuencia, tal como lo comprenden. Esto está atado a que saber
algo (tener noticia) no garantiza que se le ponga en práctica.
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El campesino cree que habla más que quienes viven en la ciudad. Las familias rurales participantes en esta investigación hacen
distinciones importantes entre sus dinámicas y las que viven las familias
urbanas y consideran que las urbanas poco dialogan, debido a sus compromisos
laborales y a la “agitada vida que se vive en la ciudad”.
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8 factores determinan las formas de diálogo de los campesinos. Las familias rurales de once departamentos colombianos consideran que no
es lo mismo dialogar con miembros de su familia que con personas ajenas a ésta;
por tanto, sus formas de diálogo están determinadas por aspectos como:
frecuencia, participantes, nivel educativo, modo, tema, grupo cultural,
contexto y ocupación.
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No tener con quién dialogar no es fuente de agobio. Conectado con las noticias recientes sobre que Colombia se está
envejeciendo, hay que señalar que 15 de los entrevistados adultos mayores
coinciden en que sus hijos se han ido y viven solos. Se habla de la soledad en
forma de broma, otras veces es recibida con decoro y entendida como fuente de
tranquilidad.
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Les gusta la ayuda de la tecnología. Pese a que algunas familias no dialogan con
frecuencia debido a las distancias y las responsabilidades de sus miembros, sí
buscan tiempo para conversar en familia. Pareciera que los dispositivos
tecnológicos ayudan a fortalecer el diálogo en la familia.
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Falta confianza. Según lo que las familias rurales entienden por
diálogo es necesario repensar el diálogo como una interacción equitativa,
reflexiva y problematizadora, no solo como la acción de hablar con otro. En
este sentido, es necesario “estar disponible”, estar dispuesto a ceder, a
escuchar, a cambiar, a confiar y a descubrir modos inimaginables de
comunicarnos y aceptarnos.
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Falta educación. Urgen proyectos orientados a fortalecer el espíritu del diálogo como un
acontecimiento de vida, que es posible gracias a la vitalidad de la palabra
enunciada, bien sea compartida o diferenciada, pero en todo caso, capaz de
mediar en el entendimiento humano y social.
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En la escuela hay que poner al estudiante en el modo “escuchar”. La educación dialógica es apuesta decisiva para aprender a escuchar en
pro del desarrollo humano y el buen uso de las capacidades sociales y cognitivas
del estudiante. Si no sabes escuchar, no te encuentras con el otro.
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La recuperación crítica de la categoría diálogo como aporte a la
construcción de paz. Su legitimación en las familias rurales, también
muestra la posibilidad de resignificar la categoría familia rural y convertir
el diálogo dentro de la misma, como un dispositivo para autoafirmarse, actuar
en diversos espacios públicos con voz propia y mirada emancipadora.
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La familia, la comunidad y la sociedad están llamadas a educar en el
diálogo. Esto se traduce en una actitud de
compromiso, de respuesta responsable y ética ante la presencia del otro, en
donde se generen actos profundos de comunicación hacia la convivencia social
y la construcción de paz.
Cuando se les pregunta a los docentes qué los
motivo a realizar esta investigación aseguran que es necesario dar relevancia a
la familia rural porque históricamente ha estado al margen de decisiones
sociales, políticas y económicas que la afectan directamente, de manera que la
investigación permitió oír la voz de la familia rural y ratificar la
importancia de incluirle dentro de futuros procesos investigativos de corte
social y participativo.
También agregan que “en el país es usual que se
califique o mire a los pobladores de zonas rurales con menosprecio,
subestimación y subvaloración. Muchas veces debido a sus condiciones de pobreza
(como consecuencia del olvido estatal), a sus modos de comer y de vestir (que
no corresponden en todo con la zona urbana), a sus modos de hablar (que mantienen
auténtica la oralidad), e incluso a sus modos de ver la vida (no hay más afán
que el día a día). Cuando lo que deberíamos hacer es valorar toda la sabiduría
que poseen”.
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