PRIMER RESTAURANTE BOGOTANO QUE
REVIVE LA ÉPOCA COLONIA

· En el museo ´La
Bendita Chichería´ se ofrece la primera chicha envasada en Colombia que cuenta
con etiqueta, marca y Buenas Prácticas de Manufactura (BPM).
· Además de historia,
música y gastronomía, el restaurante La Puerta Real les ofrece a sus visitantes
la posibilidad de vestirse con los atuendo típicos de la Bogotá de los años 20,
30, 40 y hasta 50.
Al ingresar suena
de fondo ´La gata golosa´ del compositor Fulgencio García, considerado el
pasillo más emblemático de la Bogotá Antigua. Más adelante, las fotografías de
un tranvía del año 1930 y de la Plaza de Bolívar, cuando aún era el mercado
principal de los pobladores de este territorio, además del olor particular que
emana la cocción de platos como el ajiaco santafereño y el puchero, les indica
a los visitantes que han llegado a un lugar que le hace culto a la memoria
histórica de la capital del país.
Se trata del restaurante tradicional
La Puerta Real, un emprendimiento que busca rescatar la identidad de los
bogotanos desde diferentes manifestaciones gastronómicas y culturales. Sitio que
ha sido declarado en varias ruedas de negocios realizadas por el Ministerio de
Comercio, Industria y Turismo, MinCIT, como uno de los proyectos de identidad y
memoria más novedosos y diferenciadores del país.
Su ubicación no podría ser más
estratégica, está situado justo a mano izquierda de la Plaza del Chorro de
Quevedo, el lugar que, de acuerdo con los historiadores, el Zipa de los
Muiscas, el pueblo indígena que ocupaba este territorio antes de la conquista
española, observaba toda la sabana. Posteriormente, Gonzalo Jiménez de Quezada
fundaría a Bogotá en esta plazoleta.
Además de la historia, la música y la
gastronomía, el sitio les ofrece a sus visitantes la posibilidad de vestirse
con los atuendos típicos de la Bogotá de los años 20, 30, 40 y hasta 50.
En busca de la identidad
La gran colección de tocados,
sombrero y abrigos que se encuentra en el lugar es la mejor manera de realizar
un viaje hacia el pasado y sentirse como un auténtico ´cachaco´, ellas muy
´chuscas´ y ellos muy ´chirriados´.
El líder de este emprendimiento es
Alfredo Ortiz Huertas, un ´rolo´, como se les denomina a las personas que
nacieron en Bogotá pero que tiene raíces campesinas heredades por alguno de sus
padres, que decidió cambiar su vida como comerciante para dedicarse a rescatar
la idiosincrasia de su ciudad.
Todo comenzó a mediados de 2005
cuando Ortiz, quien llevaba 23 años como comerciante de accesorios de lujo para
vehículos en el tradicional San Andresito de la 38, adquirió, con algunos
ahorros, su primer carro antiguo, un sueño que había tenido desde hace muchos
años pero que solo hasta ahora podía hacer realidad. Hoy, después de más de una
década, ya cuenta con cinco de este tipo y la réplica de un tranvía.
La compra del primer automóvil
despertó en Ortiz una de sus grandes pasiones: la historia de Bogotá, algo que
siempre lo había cautivado, pero a lo que no le dedicaba mucho tiempo debido a
sus múltiples ocupaciones como comerciante.
Con su nueva adquisición, este
emprendedor empezó a gestionar la idea de crear unos recorridos turísticos por
la ciudad en los que sus guías, vestidos de época, les contarán a sus pasajeros
la historia de la ciudad, desde su creación hasta la actualidad. “La leyenda de
Bochica y la formación del Salto del Tequendama, el Bogotazo y la modernización
de la urbe serían algunos de los temas que los usuarios del servicio podrían
disfrutar”, señaló Ortiz en entrevista con Colombia-inn.
Más que comida
Como parte de este proyecto, Ortiz,
quien se ha convertido en un historiador empírico, realizó una extensa
investigación por todas las décadas de la ciudad, trabajo que fue plasmado en
un documental de 30 minutos que hoy es expuesto en su restaurante.
Algunas dificultades logísticas y de
presupuesto no facilitaron que la iniciativa de los recorridos se hiciera
realidad, así que este emprendedor abandonó por un tiempo su idea y continuó
trabajando en su negocio como comerciante.
Sin embargo, después de la
experiencia, algo en Ortiz había cambiado para siempre, empezó a reflexionar
sobre la actividad que había desarrollado toda su vida que, aunque en ese
momento le generaba buenos ingresos, no era lo que quería continuar haciendo
por el resto de su existencia.
Así que, de manera paralela a su
trabajo, este emprendedor echó a rodar la empresa turística y cultural La
Candelaria con la que logró elaborar un guía de los sitios más emblemáticos de
la capital del país y de la cual se imprimieron y compartieron más de 5.000
ejemplares.
El chorro de los extranjeros
Pese a sus buenas intenciones por
mantener vivo el espíritu de su emprendimiento y no dejarlo morir, las
iniciativas que adelantaba eran de muy corto aliento, lo que hacía que el
proyecto no fuera sostenible en el largo plazo.
Pero como nada es casualidad en la
vida y a veces el destino tiene diferentes formas de enderezar el camino, hacia
2011, cuando inició la crisis del petróleo que terminó afectando en efecto
dominó a toda las industrias del país, Ortiz se vio en una de sus peores
dificultades económicas lo que lo obligó a vender el negocio de toda su vida en
San Andresito.
Aunque la mayoría del dinero producto
de la transacción se destinó al pago de deudas, Ortiz logró quedarse con
algunos recursos que le permitieron empezar de nuevo. Así que sin pensarlo dos
veces montó su primer restaurante cerca a la Plaza de Bolívar.
Posteriormente y gracias a la Ley de
Atracción, algo en lo que él cree fervorosamente, tuvo la oportunidad de
trasladarse a la Plaza del Chorro, donde logró consolidar su proyecto. El
restaurante atiende de martes a domingo y es visitado especialmente por los
turistas extranjeros que llegan a conocer la ciudad. En la actualidad, es uno
de los sitios obligados de todos aquellos que transitan por la plazoleta.
Rescatando las bebidas ancestrales
Como Ortiz es un enamorado empedernido
de este tema, hace apenas algunos meses inauguró, diagonal al restaurante, el
museo ´La Bendita Chichería´, el primero en Colombia dedicado a reconstruir la
historia de la chicha, la bebida ancestral del pueblo Muisca a la se le
atribuían grandes beneficios medicinales y espirituales. El famoso vino de la
´dicha´ para los indígenas.
Aunque por años, la chicha fue la
bebida más consumida por los pobladores de la naciente ciudad de Bogotá,
quienes aún conservaban las tradiciones del pueblo indígena que había ocupado
estas tierras por varios siglos, hacia 1617 inició la primera ´cacería de
brujas´ contra la producción y consumo del producto hecho a base de maíz que,
de acuerdo con las autoridades coloniales de la época, era causante de pecados
y graves enfermedades.
Para 1891, tras la inauguración de la
primera cervecería en el país, los gobernantes de la ciudad le dieron la
estocada final a la bebida ancestral reemplazando su consumo por el producto a
base de cebada. “La cerveza está llamada a redimir a nuestro pueblo de la
chicha poniéndolo a la altura de los pueblos que distinguen a las grandes
capitales”, señalaban los avisos que aparecían en la prensa de la época.
A lo natural
“Estos son algunos aparte de la
historia que los visitantes al museo tendrán la oportunidad de escuchar, además
de aprender sobre su preparación ancestral y, por supuesto, disfrutar de un
trago de la bebida”, agregó Ortiz.
En el sitio, también, se pueden
degustar otras bebidas ancestrales como el chirrinchi, el zhuke y el guarapo,
este último, según Ortiz “un auténtico Reb Bull pero natural”.
Adicionalmente, en el museo se ofrece
la primera chicha envasada en Colombia que cuenta con etiqueta, marca y Buenas
Prácticas de Manufactura (BPM).
Ahora, entre los planes de mediano y
largo plazo de este emprendedor está conseguir un socio inversionistas que
apoye la puesta en marcha de otras líneas de negocio que se desprenderán del proyecto,
entre estas, la venta de suvenires autóctonos, antigüedades y cachivaches,
los recorridos turísticos en carros antiguos, una galería de arte y
fotografía y planes de noches romántica
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