EL CELULAR EN FAMILIA: ACORDAR ANTES QUE PROHIBIR
*Por Roxana Morduchowicz

Si bien no tardan en aparecer sensaciones de
frustración, tensión y enojo que irán aumentando a lo largo de las 48 horas,
los tres protagonistas coinciden –al finalizar el desafío- en la necesidad de
fortalecer el encuentro cara a cara, priorizar la vida real y combinar las
pantallas con otras experiencias como caminar en un parque, leer un libro y
dialogar con los demás sin la mediación de pantallas.
El documental deja al televidente con un interrogante
adicional, que va más allá de las 48 horas en la vida de las tres personas:
¿podría lanzarse un reto similar en las familias? ¿Y en las escuelas? Padres y
docentes suelen quejarse de la presencia excesiva de las pantallas entre los
niños y adolescentes: “pasan las 24 horas en Internet” –dicen los adultos.
¿Podría pensarse, entonces, una vida en familia o en la escuela sin
tecnologías?
Existen familias en las que los jóvenes no tienen
ningún contacto con pantallas: “es una pérdida de tiempo", dicen algunas. “Los aísla de
los demás”, dicen otras. Algunos colegios no permiten el uso de dispositivos “para evitar
que se pierda la creatividad”.
“Las pantallas distraen y no permiten que los estudiantes presten atención en
clase”, comentan algunos directivos. “Con las pantallas, perdieron el gusto por
la lectura”, sostienen otros. ¿Es posible, entonces, pensar en una familia o
una escuela sin tecnologías?
Quizás
sea posible, pero ciertamente no es conveniente. El primer impedimento es la
dificultad de ir a contramano de un mundo cada vez más poblado de pantallas.
Ignorar la presencia de las tecnologías es fabricar para los niños un universo
ficticio, alejado de la realidad y del siglo XXI en el que nacieron. Es impedirles que aprovechen el enorme
potencial de Internet o que se integren a un medio –sus propios amigos- en el
que las tecnologías forman parte de la vida diaria.
Por
otro lado, los argumentos de quienes proponen excluir a los niños o
adolescentes de las tecnologías son cuestionados en todo el mundo. Las
pantallas no promueven aislamiento. De hecho, el primer uso que hacen los
adolescentes de las tecnologías es comunicacional: navegar en las redes
sociales o jugar en red con amigos. Tampoco limitan la lectura. Los niños y
jóvenes de hoy no leen menos: lo hacen en otro soporte (pantalla), de otra
manera (no lineal) y con otros fines (buscar información sobre un equipo de
futbol o un grupo musical.) Por último, tampoco es cierto que restrinja la
creatividad: cada vez más editoriales abren blogs a autores de literatura
juvenil porque a sus lectores adolescentes les gusta intercambiar ideas sobre
el libro o cambiar el final de la historia.
Ahora
bien, ¿hay algo que las familias puedan hacer para evitar el uso excesivo de
las tecnologías en la casa? Ciertamente sí. En primer lugar, no equipar la
habitación de los niños con pantallas. Las tecnologías en el cuarto favorecen
más horas de uso por día y más en soledad. Es conveniente ubicarlas en espacios
de circulación compartida: un comedor, una cocina o un escritorio.
En
segundo lugar, acordar reglas familiares para el uso de las pantallas en la
casa: almuerzos o cenas sin celular, domingos sin tecnologías o usos de
pantallas que no superen las 2 o 3 horas seguidas. Se trata de normas que todos
en el hogar cumplan.
El
desafío lanzado por Motorola y Discovery es una excelente oportunidad
para pensar el lugar de las tecnologías en la vida diaria. En un mundo sin
prohibiciones, y en el que puedan convivir la realidad virtual de las pantallas
para escuchar música, buscar información o jugar; y la realidad real de una
charla en familia, o un partido de fútbol en la plaza del barrio.
*
Doctora en Comunicación de la Universidad
de Paris. Consultora de la UNESCO en temas de educación y tecnologías.
Especialista en cultura juvenil y en la relación de los niños y adolescentes
con las pantallas e Internet. Asesoró a Ministerios de Educación de América Latina,
Europa Oriental, África y Asia sobre la utilización de las tecnologías en la
educación. Profesora invitada en la Universidad de París y en la Universidad de
Poitiers (Francia); y en la Universidad de Stanford (Estados Unidos).
Conferencista invitada en el Congreso de Inclusión Digital 2016, por el
Massachusetts Institute of Technology (MIT), Boston. Autora permanente de
columnas de opinión sobre niños, adolescentes y tecnologías en todos los
diarios de Buenos Aires. Autora de numerosos libros sobre el tema, entre los
cuales figura “Ruidos en la web: cómo se informan los adolescentes en la era
digital” (2018) y “Los chicos y la pantallas” (2014). Conferencista en
Congresos Internacionales sobre estos temas. Coordinó el Programa Escuela y
Medios en el Ministerio de Educación de la Argentina y fue asesora en el Ente
Nacional de Comunicaciones (ENACOM) en el programa Los chicos y las pantallas.
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