LO QUE DEBE CAMBIAR EN LA EDUCACIÓN PARA CAMBIAR LA SOCIEDAD
Por: Mario Ramírez-Orozco
Docente del Doctorado de Educación y Sociedad de la Universidad de La
Salle
Mario Ramírez |
Ante la posibilidad cada día más anhelada de la firma de un acuerdo de
paz entre el gobierno colombiano y las FARC, se avecina un ambiente propicio
para realizar acciones que confronten el modelo de educación existente y, con
ello, a los poderes que establecen las deficiencias educativas por superar. Un
periodo de transición que no puede pasar desapercibido y, mucho menos,
desaprovechado por aquellos que estén relacionados de manera directa con el
área educativa.
Frente a esa nueva realidad se tiene que implementar un modelo de
educación crítica con formación ciudadana para el cambio social, en un orden de
convivencia pacífico, que mejore la conciencia cívica sobre el malestar social
reinante. Un logro que se podrá alcanzar a través de prácticas que superen la
indiferencia y temor frente a los cambios, pues de no hacerlo, implicaría
perder una oportunidad histórica y quedar en una situación de acomodo al statu
quo de disfuncionalidad social y a la grave anormalidad de aceptar sin crítica
un sistema de injusticia y de desequilibrio social extremo.
Es necesario que esta formación cívica sea capaz de canalizar la
insatisfacción general y evitar la expresión irracional, de desahogo por
canales violentos, para que desde las propias aulas se busquen alternativas y
soluciones que superen las graves anomalías de disfunción del sistema. En ese
orden, es urgente reconocer que la gran mayoría de planes curriculares
vigentes, desde la escuela más elemental hasta los posgrados, en sociedades de
miedo y conflicto como la colombiana, evaden con facilidad el contexto político
y social; por ello la necesidad de llenarlos de contenidos, que desde la
observación crítica contribuyan a transformar los contenidos
descontextualizados por currículos que tengan como centro el entorno de
realidad que se vive. Y, de paso,
que conciencien a todo el corpus social sobre la importancia de alcanzar
soluciones pacíficas de fondo a los problemas dentro de su propio entorno.
Por ello, un factor de cuidado, es el negativo forzamiento de las
teorías sobre las realidades; por lo que es necesario motivar la capacidad de
observar lo cercano, en contexto, y producir juicios de valor y
conceptualizaciones propias para llevarlas a confrontar con otras apreciaciones
empíricas con el objetivo final de verificarlas con saberes documentales,
exegéticos y teóricos. Así, un acercamiento real al interior de los problemas,
desde los problemas, y no desde afuera; además de otorgar autoridad a quien
emita nuevos juicios, coadyuvara a la comparación de evidencias empíricas de
experiencias y de contextos similares aún no estudiados.
Desde el docente se debe partir de la premisa que una sociedad no puede
transformarse si mantiene los mismos parámetros educativos que reproducen los
valores del sistema que aspira superar. De allí la importancia de generar
definiciones y conceptos que se adapten, como ya se dijo, a la realidad
transicional presente y a la que está por venir.
Para lograr ese objetivo, es muy importante una clara coincidencia
entre los cursos y sus currículos con las prácticas investigativas; pero
también, con las necesidades directas de la comunidad más cercana. Es decir,
que todo saber tenga un impacto de utilidad y realización inmediata.
Por lo tanto, la obligación inicial de cada docente será la toma de
conciencia sobre una gran responsabilidad: su propio cambio. Si él mismo no
cambia, reproducirá los resabios y falencias del sistema que en principio
querrá transformar. Esta fase será muy exigente porque le demandará un ajuste
constante y crítico de las prácticas que domina y en las que, con seguridad, se
siente cómodo, para desarrollar dinámicas educativas de carácter experimental
que asuman los principios de formación para la libertad, la democracia real, el
respeto del otro y, algo fundamental, para la construcción de Paz, entendida
como una construcción de esperanza.
En el plano teórico, el docente deberá respetar en estricto los autores
y teorías al asumirlos como insumos de conocimiento, pero nunca más como “el”
conocimiento. Pues, en el nuevo orden, tendrá que entender por
conocimiento la confrontación lógica
entre los saberes de la tradición y los saberes propios alimentados por la
realidad vigente y en contexto. Y recalcar que para cubrir la necesidad de una
sociedad menos agresiva es urgente el desarrollo del hábito del pensamiento
abstracto en abierta reducción del pensamiento concreto.
Respecto al estudiante, es crucial que se forme como sujeto estudioso,
con capacidad crítica suficiente, que le posibilite ser sujeto decisorio de su
propio destino y, sobre todo, de un destino colectivo. Donde asuma que su
educación será en esencia distinta a la existente y forjadora de una realidad
diferente, para alfabetizarse, en el sentido de Paulo Freire, en el desarrollo
de una conciencia crítica capaz de generar su participación ciudadana capaz que
rompa el esquema tradicional de la educación para mandar y obedecer. Su éxito
no se medirá en términos individuales, su éxito particular; sino en la medida
que trascienda hacía la validación de un mejor destino colectivo, el éxito
social.
En relación con el sector público, aquél que regula la educación en su
totalidad: como gestor, inversor, impulsor, supervisor y acreditador de las
políticas educativas; deberá asumir una
responsabilidad autocrítica en vista de los resultados negativos
evidenciados por todos, para que impulse prácticas y cambios estructurales para
que en un plazo breve funde, desde sus atribuciones y obligaciones, los cambios
que considere oportunos y funcionales para una transformación sustancial del
modelo educativo y, por ende, de la sociedad en general.
Por último, en este posible escenario, en esencia integral, también hay
que incluir a los padres y tutores; pues en la casa los más pequeños y
adolescentes tendrán que recibir saberes y estímulos que los hagan interesar
por pensar por ellos mismos. Empezar con el ejemplo, factor que juega un papel
básico en la educación temprana en valores de libertad y convivencia. Asegurar
un espacio sin sobresaltos de violencia intrafamiliar, en las que el diálogo y
la explicación a las órdenes o requerimientos propician un aprendizaje para la
mejor convivencia en pareja, en familia y con el núcleo social al que se
integrarán los niños y jóvenes en un futuro de Paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario