IMPRESIÓN
3D EN LA EDUCACIÓN
Entrevista
a Marcelo Ruiz Camauër, socio fundador de Kikai Labs, principal fabricante de
impresoras 3D de Argentina
La impresión 3D y el sector educativo
están cada vez más cerca. Sin ir más
lejos, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires acaba de cerrar una licitación
por 78 equipos que serán distribuidos en las escuelas técnicas secundarias
porteñas a partir de 2015. Sin embargo, ¿queda claro qué beneficios entrega a
los alumnos?, ¿de qué modo puede potenciar su aprendizaje? Marcelo Ruiz
Camauër, socio fundador de Kikai Labs, principal fabricante argentino de
impresoras 3D en Argentina, ofrece algunas respuestas.
El entrevistado explicó que este tipo
de tecnología permite transformar un diseño digital en un objeto físico a
través de diferentes metodologías, cada una
en función de la forma y el tipo de material utilizado para crear las piezas.
De esta manera, es posible tener en pocas horas, por ejemplo, herramientas,
útiles de laboratorio, maquetas o prototipos realizados por los propios
alumnos. “Ya no van a depender de servicios externos costosos para obtenerlos”,
aseguró.
Según Ruiz Camauër, su uso es
aplicable no solo para materias técnicas, de electrónica o diseño, sino también
para otras áreas educativas. Por ejemplo, en geografía y ciencias naturales,
para el desarrollo de maquetas; en matemática, para la visualización de
funciones y conceptos abstractos; arquitectura para prototipos de objetos y
mobiliario; o en historia, en la recreación de lugares o personajes históricos.
Pasar el diseño abstracto que un
alumno desarrolla en la PC a un objeto real se podía realizar, hasta el
momento, de dos maneras: de forma manual, lo que significa una demanda de
tiempo muy grande y una reproducción menos fiel, o enviando a fabricar la
pieza, lo que requiere un costo económico considerable. “La impresión 3D le
permite innovar, probar todas las veces que lo crea necesario antes de dar por
terminado el proyecto, con menores gastos y pérdidas de tiempo”, aseguró el
máximo responsable de Kikai Labs.
Con el objeto en las manos es posible
probar físicamente si funciona con otras partes o hacer prototipos para validar
una idea o concepto. “Es un cambio en la mente de los alumnos, en lo que se
atreven a diseñar y en cuántos proyectos quieren y pueden encarar”, opinó.
La posibilidad de trabajar
colaborativamente entre diferentes escuelas es para Ruiz Camauër otro punto a
favor. “Un equipo de estudiantes puede diseñar un proyecto y enviarlo vía mail
a otro en cualquier parte del país. Este puede imprimirlo, observarlo, tocarlo,
proponer cambios, etc.”, ejemplificó. “Todo esto antes no era posible, sólo
podía visualizarse en papel o en la pantalla en 2D”, enfatizó.
Al ser consultado sobre si los equipos
son adecuados para el aula, aseguró que son limpios, inoloros y silenciosos,
además de ser muy asequibles en adquisición, mantenimiento y operación.
“En un contexto educativo, el uso de
impresoras 3D significa darle herramientas a los docentes y estudiantes para
hacer objetos físicos de manera lúdica, liberando sus ideas y energías”,
aseguró Camauër. “La teoría es necesaria, pero hacer es lo que realmente
enseña, y con esta herramienta se podrán realizar muchas más cosas”, concluyó.
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