· El Trastorno por Atracón se caracteriza por episodios descontrolados de comer en exceso sin la capacidad de detenerse. En Colombia es un problema de salud mental con una prevalencia del 3% en la población general y de hasta el 50% en personas obesas que buscan servicios de pérdida de peso.
· La investigación 'Mujeres con riesgo de trastorno por atracón que van al gimnasio' identifica los factores predictores de este trastorno. El estudio se realizó con la participación de 320 mujeres colombianas entre 18 y 40 años, que llevaban al menos tres meses asistiendo a gimnasios.
· Los prejuicios, la discriminación, la creencia de ser defectuoso, la crítica, los señalamientos, las dificultades en la regulación de las emociones, la presión social para alcanzar estándares de belleza, el culto a la delgadez y tener hábitos de ejercicio extremos, son algunos factores que aumentan la probabilidad de desarrollar y mantener trastornos alimenticios.
A pesar de que el Trastorno por Atracón en Colombia se considera un problema de salud mental con una prevalencia del 3% en la población general y de hasta el 50% en personas obesas que buscan servicios de pérdida de peso (con una mayor incidencia en mujeres que en hombres), se observa la falta de atención en el tema. Este hallazgo fue revelado por la investigación 'Mujeres con riesgo de trastorno por atracón que van al gimnasio', realizada por los docentes Tatiana Castañeda del Politécnico Grancolombiano y Jorge Restrepo del Tecnológico de Antioquia, en la que identifican factores predictores de este trastorno.
La investigación analizó el Trastorno por Atracón, junto con los esquemas maladaptativos tempranos que influyen en la percepción y las relaciones, las estrategias de afrontamiento para manejar el estrés, y los trastornos emocionales. El estudio se realizó con la participación de 320 mujeres colombianas entre 18 y 40 años, que llevaban al menos tres meses asistiendo a gimnasios, donde practicaban diferentes modalidades de entrenamiento, como: crossfit, entrenamiento funcional y empleo tradicional de máquinas.
Para obtener una visión más detallada, se formaron dos grupos: uno con riesgo de trastorno por atracón y otro sin riesgo; a ambos grupos se les aplicaron varios instrumentos de evaluación, incluyendo el Esquema de Young, tercera versión (YSQ-SF), el Cuestionario de Formas de Afrontamiento de Acontecimientos Estresantes (CEA), la Escala de Adicción a la Comida de Yale (YFAS), el Inventario de Depresión de Beck (BDI versión II), la Escala de ansiedad de Zung y cuestionarios Ad hoc.
¿Cuáles fueron los principales hallazgos?
Los investigadores analizaron que los trastornos alimenticios están influenciados por factores individuales como la obesidad en la infancia, los prejuicios y la discriminación en la edad adulta. La ausencia de experiencias positivas tempranas de calidez y aceptación tienen una incidencia en que exista mayor percepción de ser juzgado negativamente por los demás.
En las participantes del estudio se encontró que la mayoría de las mujeres del grupo sin riesgo no tenían diagnóstico de trastornos psicológicos. Sin embargo, casi la cuarta parte (24.8%) de las mujeres del grupo con riesgo tenían diagnóstico de trastorno de depresión y casi la mitad (42.9%) tenían diagnóstico de trastorno de ansiedad.
Sobre estos resultados podría entenderse que la creencia de ser defectuoso se deriva de experiencias tempranas de crítica y de múltiples señalamientos de aspectos negativos que lo definen a uno mismo, que contribuyen a la aparición de una sensación frecuente de rechazo y a que el sujeto en la vida adulta busque compensar a partir de comportamientos que ayuden evitar enfrentar sentimientos difíciles.
Se evidencia que las mujeres que tienen riesgo de atracones emplean un afrontamiento evitativo que implica distanciarse de situaciones valoradas como conflictivas o problemáticas. Los investigadores encontraron una fuerte relación en las dificultades en la regulación de las emociones, apoyando la idea de que comer de forma compulsiva funciona como un mecanismo efectivo para modular el afecto negativo. En este sentido acudir a estrategias de afrontamiento de escape y el culpar otros, predicen la conducta de atracones, ya que la pérdida de control sobre la ingesta de alimentos aparece cuando los intentos de regulación emocional han fracasado.
También encontraron una fuerte influencia del entorno ambiental y cultural, ya que la presión social para alcanzar ciertos estándares de belleza y el culto a la delgadez, pueden ser detonantes. Situaciones como sentirse imperfectos o avergonzados desde temprana edad y tener hábitos de ejercicio extremos, aumenta la probabilidad de desarrollar y mantener trastornos alimenticios.
La mayoría de las mujeres participantes del grupo sin riesgo del trastorno tenían peso normal (77.5%), mientras que la mayoría de las mujeres con riesgo del trastorno tenían bajo peso (52.6%). Sin embargo, se destaca que en ambos grupos estaban realizando algún tipo de dieta para mejorar su imagen corporal.
La imagen corporal aumenta en la adolescencia y la predisposición a la ansiedad podría incrementar la preocupación por el peso y la figura. Distintas investigaciones señalan que los esquemas de imperfección-vergüenza se relacionan con altos niveles de ansiedad social y que cuando coexisten con una imagen corporal negativa, podrían conducir con el tiempo a desarrollar depresión. En este sentido, los sentimientos de inutilidad (propia del trastorno), también pueden reforzar la sobrevaloración del peso y la figura corporal.
Finalmente, mencionan que el tiempo asistiendo al gimnasio también fue un predictor del trastorno, ya que las sesiones de ejercicio frecuentes o de larga duración empleadas con la única intención de influir en el peso o la forma corporal, predicen síntomas más fuertes de trastornos de conducta alimentaria en mujeres que hacen ejercicio regularmente.
Los trastornos en la conducta alimentaria no solo afectan la imagen corporal y la relación con la comida, sino que también tienen un impacto significativo en la salud física y mental. Las consecuencias pueden incluir problemas de salud como desequilibrios nutricionales, complicaciones médicas graves y afectaciones psicológicas como depresión, ansiedad y baja autoestima.
Por eso, los investigadores hacen un llamado al trabajo mancomunado entre todos los sectores y actores involucrados para trascender de una educación alimentaria basada en la mera transmisión de información, a una educación que promueva comportamientos alimenticios adecuados en la población, y que favorezca la construcción de estilos saludables desde la infancia. Esto implica un trabajo interdisciplinar entre sectores de la salud física, la pedagogía, la psicología y las disciplinas sociales afines.
Es fundamental generar conciencia pública sobre los trastornos de conducta alimentaria. La educación y la sensibilización en la sociedad pueden contribuir a una mayor comprensión, apoyo y acceso a recursos para las personas que enfrentan estos desafíos. Finalmente, es importante trabajar en la aceptación de la diversidad corporal, fomentar habilidades de afrontamiento positivo y cultivar una relación equilibrada con la alimentación y el ejercicio.
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